Por Ana Sandoiu
Un estudio de dos partes que examinó ratones y humanos reveló un fuerte vínculo entre el fosfato inorgánico, un aditivo alimentario que prevalece en la “dieta occidental” y la falta de actividad física.
De acuerdo con las estadísticas más recientes del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, menos del 5 por ciento de la población adulta del país participa en 30 minutos de actividad física todos los días.
Más del 80 por ciento de los adultos no siguen las pautas recomendadas para el ejercicio aeróbico y el entrenamiento de resistencia.
Además, solo 1 de cada 3 personas logran hacer ejercicio por la cantidad recomendada cada semana.
¿Por qué los adultos son tan sedentarios? Es posible que una nueva investigación haya encontrado al culpable en un aditivo alimentario presente en la carne, las gaseosas y algunos alimentos procesados: el fosfato inorgánico.
Los científicos de la Universidad de Texas (UT) Southwestern Medical Center en Dallas examinaron el vínculo entre el fosfato inorgánico y el sedentarismo tanto en ratones como en humanos.
El fosfato es una partícula derivada del fósforo, un mineral que el cuerpo necesita para “construir y reparar huesos y dientes, ayudar a que los nervios funcionen y hacer que los músculos se contraigan”.
Los investigadores, liderados por el Dr. Wanpen Vongpatanasin, profesor de medicina en UT Southwestern Medical Center, publicaron sus resultados en la revista Circulation.
El fosfato como ‘riesgo para la salud’
Los fabricantes añaden fosfato a los alimentos para mantenerlos frescos durante más tiempo y mejorar su sabor. El aditivo es más probable que esté presente en “carnes procesadas, jamón, salchichas, pescado enlatado, productos horneados, bebidas de cola y otros refrescos”.
Normalmente, los riñones controlan la cantidad de fosfato que hay en la sangre y ayudan a filtrar el exceso de fosfato en la orina.
Sin embargo, los riñones dañados pueden tener dificultades para eliminar el exceso de fosfato, razón por la cual los científicos han calificado previamente el aditivo de “riesgo para la salud” y han pedido que se marque la cantidad de fosfato agregado en los alimentos.
Algunos estudios también han demostrado que el fosfato inorgánico se correlaciona con un mayor riesgo de mortalidad entre las personas con enfermedad renal.
Mientras tanto, estudios más recientes han encontrado que incluso en la población general, el exceso de fosfato está relacionado con un mayor riesgo de muerte cardiovascular y muerte por todas las causas.
Cómo el fosfato afecta la actividad física
Para su estudio, el Dr. Vongpatanasin y sus colegas alimentaron dos grupos de ratones saludables con dietas similares; pero, dieron a un grupo de ratones fosfato extra en un grado que es equivalente al que consumen los adultos de EE. UU.
Según los investigadores, hasta el 25 por ciento de los adultos estadounidenses consumen regularmente entre tres y cuatro veces más fosfato que la dosis recomendada.
En el experimento con ratones, 12 semanas de seguir una dieta enriquecida con fosfato se correlacionaron con menos tiempo en la cinta de correr y una menor aptitud cardíaca en los roedores.
Los ratones que consumieron fosfato adicional tenían un metabolismo alterado para quemar grasa. Además, los investigadores descubrieron que en estos ratones se alteraron 5,000 genes que ayudan a procesar la grasa y ayudan al metabolismo celular.
En la segunda parte del estudio, el Dr. Vongpatanasin y el equipo examinaron los datos de más de 1,600 personas sanas. Los participantes habían usado rastreadores de ejercicios durante 7 días, lo que les permitió a los científicos controlar sus niveles de ejercicio.
Encontraron que los niveles más altos de fosfato en la sangre se correlacionaban con más sedentarismo y menos tiempo “gastado en actividad física moderada a vigorosa”.
El Dr. Vongpatanasin comenta sobre la importancia de los resultados del equipo y dice: “Creo que ya es hora de que presionemos a la industria alimentaria para que ponga esto en las etiquetas para que podamos ver la cantidad de fosfato que entra en nuestros alimentos”.
“[B] pero esto es solo el comienzo”, señala el Dr. Vongpatanasin, quien concluye que se necesita más investigación para hacer de este objetivo una realidad.