¿Pueden los científicos aprender a eliminar los malos recuerdos?

Por Maria Cohut

Los recuerdos traumáticos pueden afectar gravemente la calidad de vida de una persona cuando se convierten en pensamientos intrusivos que conducen a la ansiedad y continúan causando angustia. Por esta razón, los científicos ahora están buscando formas de debilitar esos recuerdos y disminuir su impacto.

Las personas que experimentan eventos traumáticos pueden encontrar que sus recuerdos los persiguen durante mucho tiempo después de la experiencia.

La exposición al trauma puede desencadenar numerosos problemas mentales y emocionales, incluido el trastorno por estrés postraumático (TEPT) y los trastornos de ansiedad, por ejemplo, las fobias.

Las formas de tratar a las personas que experimentan los efectos a largo plazo del trauma pueden incluir la terapia cognitiva conductual (TCC) y otros tipos de psicoterapia, así como recetas de medicamentos específicos para tratar los síntomas de depresión o ansiedad.

Sin embargo, cada vez más, los investigadores están explorando formas de actuar sobre los recuerdos traumáticos que causan la angustia a largo plazo de un individuo.

Tal es el caso de un equipo de científicos de cinco instituciones de investigación en tres países: la Universidad Politécnica de Madrid, la Universidad Complutense de Madrid, la Fundación Reina Sofía-CIEN en Madrid, España, la Universidad de Nueva York y el Centro Médico de la Universidad Radboud en Nijmegen. Los países bajos.

Estos investigadores han estado buscando una nueva forma de debilitar los recuerdos angustiantes de las personas y reducir su impacto psicológico.

¿Podemos manipular los recuerdos ‘establecidos’?

En un nuevo artículo de estudio que aparece en la revista Science Advances y cuya primera autora es Ana Galarza Vallejo, los investigadores escriben que “[un] un tratamiento eficaz para estos trastornos [relacionados con el trauma] debería disminuir de forma selectiva estas memorias intrusivas y patológicas”.

Al mismo tiempo, señalan que la opinión predominante en la investigación de la memoria ha sido que “las memorias establecidas son relativamente fijas” y, por lo tanto, no pueden modificarse fácilmente. Sin embargo, en su nuevo estudio, los investigadores muestran que actuar sobre recuerdos perturbadores es, de hecho, una posibilidad clara.

“Las memorias son ​​inicialmente lábiles y sensibles a la interferencia mediante, por ejemplo, terapia electroconvulsiva, anestesia general o inhibición de la síntesis de proteínas, pero se estabilizan con el tiempo durante un período de consolidación, después de lo cual se consideraron que los recuerdos se habían establecido y ya no eran sensibles a Interrupción o modificación “, escriben los autores.

Sin embargo, los científicos observan que las investigaciones anteriores que los investigadores llevaron a cabo utilizando modelos animales sugirieron que reactivar una memoria ya establecida puede, por un corto tiempo, hacerla “vulnerable” a modificaciones externas.

Sobre la base de esta evidencia existente, decidieron trabajar con un grupo de participantes humanos y probar una intervención basada en la administración del propofol anestésico.

Actos sedantes oportunos sobre malos recuerdos

En el estudio actual, Vallejo y sus colegas reclutaron a 50 participantes sanos, en quienes primero inculcaron recuerdos no deseados al pedirles que vieran dos presentaciones de diapositivas narradas. Ambas de estas presentaciones de diapositivas presentaban contenido emocional negativo sobre la mitad del proceso.

Para reactivar los malos recuerdos, los investigadores llamaron a los participantes después de 1 semana y les mostraron la primera diapositiva de una de las dos presentaciones, haciéndoles preguntas específicas.

Una vez que los participantes comenzaron a recordar los recuerdos no deseados, los investigadores los sedaron con propofol, el anestésico cuyo potencial en la manipulación de la memoria el equipo quería evaluar.

Luego, los investigadores asignaron a los participantes a uno de dos grupos. Siguiendo las 24 horas posteriores a la inyección de propofol, las personas de los primeros grupos tuvieron que realizar una prueba para evaluar el recuerdo de las historias en cada una de las dos presentaciones de diapositivas, tanto las que tenían que recordar antes de la sedación como las que eran no se le pide que recuerde.

En cuanto a los participantes en el segundo grupo, tomaron las mismas pruebas inmediatamente después de haber recibido la intervención de propofol.

Los investigadores descubrieron que 24 horas después de su administración, el propofol había interrumpido efectivamente la reconsolidación de la mala memoria que los investigadores habían pedido a los participantes que recordaran.

Por lo tanto, aunque los individuos en el primer grupo aún podían recordar la memoria negativa que asociaban con la presentación de diapositivas que no habían recordado antes de la sedación, su memoria de la historia reactivada era más débil.

Tras estos hallazgos, Vallejo y su equipo creen que pueden haber encontrado una forma “relativamente no invasiva” de atenuar los recuerdos traumáticos y reducir su impacto psicológico.

“Sin embargo”, advierten los investigadores, “también hay evidencia de que alterar los parámetros de la sesión de reactivación, como aumentar la duración, puede desestabilizar las memorias remotas”, lo que sería un efecto no deseado.

Los científicos aconsejan que puede ser útil, en el futuro, monitorear la actividad cerebral de los participantes a medida que reciben el tratamiento para evaluar cuál es la mejor dosis. Ellos concluyen:

“La administración de propofol con el registro simultáneo del electroencefalograma puede proporcionar marcadores útiles de la profundidad de la sedación y la pérdida de conciencia potencialmente predictiva de la eficacia del deterioro por reconsolidación en todos los pacientes”.

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